La tecnología en épocas recientes, ha ido creciendo hasta crear un universo paralelo al nuestro y que, en pocos años, terminará por mezclarse con el mundo real; podremos ver con total naturalidad a máquinas hablantes paseandose por supermercados, parques o incluso escuelas.
Pero la cuestión no es poder o saber entablar una conversación con un Robot; sino; ¿Puede esa máquina ser consciente de lo que está diciendo o comprendiendo la información que pretendo transmitirle?
A mediados del siglo pasado, ya se empezó a plantear esta cuestión; especialmente por parte del matemático inglés Alan Turing, el cual diseñó un test, pensado para determinar si era posible que una máquina pensara. Bautizado como "El Test de Turing", surge en los años 50 con el propósito de resolver tal cuestión, basandose en "un juego de imitación": un interrogador se comunica con un humano y con una máquina, ámbos físicamente separados del primero, el cual, tiene que adivinar a base de realizar preguntas, quién es el humano y quien no. Si tras un periodo de tiempo, no se resolvía, significaba que la máquina había superado el test. Hasta el momento, ninguna máquina ha logrado superar el Test de Turing.
Sin embargo, en 1980, John Searle planteó un experimento mental, denominado "La habitación China", que supuso el mayor desafío a este Test: la esencia es la misma, pero se realiza con personas encerradas en una habitación, las cuales no conocen el idioma en el que se realiza la conversación, valiendose únicamente de un diccionario que permite dar una respuesta a través de símbolos, sin entenderlos. Como conclusión, se argumentó que por muy bien que las personas manejaran los símbolos, no significaba que supiesen el idioma, sino que sabían aplicar un conjunto de reglas.
A raíz de esta cuestión, se desarrolló un teoría llamada "Behaviorismo", que planteaba que los fenómenos mentales, se pueden traducir en tipos de comportamientos o en disposiciones a determinados comportamientos. Sin embargo, más tarde sería desplazada por la teoría del "Funcionalismo", que afirma que los estados mentales son estados funcionales, es decir, se identifican con la función que tiene relación con varios registros (inputs; sus típicas causas) y outputs (efectos del comportamiento).
Como muy bien has dicho, en nuestra sociedad encontramos numerosos aparatos electrónicos como el móvil, la televisión... Desde mi punto de vista, un robot nunca va a poder llegar a tener la inteligencia de un ser humano básicamente porque estos aparatos están bajo una serie de reglas que se le han introducido a través de un gran plan tecnológico.
ResponderEliminarSi acaso, el problema estaría cuando su creador pensase en cualquier situación y lo configurara para dichas circunstancias por lo que creo que podríamos estar hablando más bien de un arma de guerra, a razón de que los robots sirven para hacer alguna tarea y no para comportarse como un ser humano. No tiene sentido que se cree a un robot para que duerma, coma, vea la televisión… y seamos nosotros los que tengamos más trabajo.
Respecto a la posibilidad de que estos seres se mezclen con los humanos es, para mi punto de vista, imposible porque si un robot va al supermercado y se encuentra a alguien conocido, primero tendría que estar configurado de esta forma y luego que el ser humano, sabría que ese robot no quiere realmente hablar con él sino que solo lleva a cabo las reglas que tiene en su interior, el humano no se va a poner a hablar de su vida con algo que parece estar escuchándole pero que no le entiende.
A decir verdad, en la sociedad en la que vivimos actualmente, el problema es la imposibilidad de vivir con algún aparato electrónico ya que encontramos a jóvenes y adultos que admiten que no pueden vivir sin su móvil o sin televisión… lo podemos comprobar cuando se va el wifi …
En conclusión me ha gustado mucho tu artículo ya que trata un tema muy interesante. En cuanto al contenido, no se me ha hecho pesado debido a que no has proporcionado demasiados datos científicos.